Reflexión

ALIENTO 

TENGO 52 AÑOS, en diciembre de éste 2024, sumaré el siguiente dígito, además de que, por la gracia de un Poder que va más allá de mi ser, me ha permitido mantener mi cuerpo, libre de los contaminantes que lo dañan y ahora, siento, vibro, sueño, añoro, pienso, creo... ¡vivo mi existencia en plenitud!

En los últimos tres meses, me ha tocado sentir el dolor por la enfermedad de un Dengue, de un dolor estomacal, de un dolor de cabeza, de cuerpo, de un pie con dos fracturas; sentir la frialda de estar en una silla de ruedas por tres meses y aunado a ello, también el vibrar con los abrazos de mis hermanos, con la caricia de sus palabras, con el aliento de los amigos, con el vapor de las miradas que desean un bien, con la constante llamada de la mujer que nunca olvida a ésta  niña  que nació de sus entrañas, con la dulce voz de mi madre, que siempre me llama, para saber mi estado de salud.

En medio, de tanta vorágine, he vivido la muerte de cerca, cuando en el interior de mi cuerpo, se apodera una bacteria, un virus, ocurre esa sensación de que todo está en manos de Dios, de un milagro, de que el medicamento haga su función, pero entre las fatigas, entre las convalecencias, están los instantes del sentir que la vida se aleja.

Así mismo, cuando me entero de las personas que han fallecido, me hacen reflexionar, sobre lo efímero del existir, porque un descuido, una acción en negativo, un enojo, una interpretación falsa, unas palabras de intenciones perversas, pueden acabar con la vida de otro ser humano.

El egoísmo, es un veneno que aniquila al mundo. Es el mismo que ha creado las guerras mundiales, es el mismo que ha fecundado los cuerpos con toda sustancia nociva, generando adicciones, que provocan suicidos, hoy hay una manera de morir en eutanasia concreta, la sobredosis.

Sin embargo, el vivir sin ninguna de esas dosis, es un disfrutar del sol, de las noches frías, del mismo calor que sofoca, que hace que el cuerpo escurran gotas de sal, que se sienta el cansancio de un día de trabajo, del ir y venir en las cotidianidades, que me hace apreciar las tonalidades de un atardecer, admirar el color de los tulipanes, apreciar el amor incondicional de mi madre, ver mi rostro en el cristalino de los cuatro perros que custodian el lugar que cobija mis noches.

Por ello, acuño éstos días en que me he permitido salir de mis rutinas, de dejar de ser "tan cumplida", de de poder decir "no, hoy no puedo", porque me he dado cuenta que no pasa nada, cuando el aliento de vida, es para aprovecharlo en lo mejor de las vivencias, de esos momentos que se vuelven inolvidables.

La diabetes no es mía, al nacer ya venía en la genética de mi cuerpo; el alcoholismo no es mío, el entorno propició para dinamitarlo; pero ahora soy responsable, de que ambas enfermedades, dejen éste cuerpo mío, que se exterminen de mi sangre.

Aprendo, que el existir, conlleva retos, implícaciones, dejos, sonrisas, resistencias, anomalidades y todo el Larousse, que la humanidad aspira en el discurrir de los años.

¿Qué sigue hoy?

Conservar la llama de la gratitud, del compartir sin esperar nada a cambio, del ayudar y dejarme apoyar cada vez que lo necesite, de vivir con toda la tranquilidad posible, de sonreír a las visicitudes que se presenten, que la mente se mantenga alerta y conservar la felicidad, que me atañe a ratos y que hoy abraza éste cuerpo, que sí es mío.

Ely


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