sin ficciones
La realidad ha superado a la ficción
SINUO/SIDAD
Hace unos meses adquirí una camioneta que no tenía freno de mano, la
verdad no le dí mucha importancia, porque me sentí cómoda en ella,
tampoco vi tanto el que cuando la prendí sacaba humo negro por todos
lados, pero me gustó y me la llevé.
Viajamos por 8 horas,
cruzamos el cerro en 5 y 3 de planicie, pero cuando arribamos a la
ciudad capital oaxaqueña, empezó el sentir de aquí no todo es plano, fui
observando que el centro tiene empinadas bastante importantes para una
camioneta sin freno de mano.
Entonces empecé a sentir los miedos, de no poder contenerla y para colmo se me apagaba entre ese pisar el freno y acelerar.
Así en una ocasión fui por las calles de San Luis Beltrán, en una
bajada pronunciada, llena de enormes topes, la camioneta se apagó al
pasar el segundo, no frenaba, la dirección hidraúlica se quedó estática,
el artefacto se deslizó sin frenos y de bajada tomó más velocidad, el
pavor se apoderó de mi ser, ya casi veía que se incrustaba en alguna
casa, luego venía un puente, que a ambos lados tiene fuertes barrotes de
fierro y ahí, ahí se paró y quedó atravesada.
Mis manos y mi
cuerpo temblaban, nadie que se diera cuenta -quizás-, nada que lamentar
por el momento, ningún atropellado, ni un daño a alguna vivienda,
entonces el respiro y pensar cómo arrancarla sin que fuera al vacío.
Traía un tronco de madera en la redila, lo puse con sumo cuidado, para
evitar que se cayera en el río de aguas -hoy negras-, y me volví a
subir, deslicé la llave nuevamente, parecía que ya no quería dar el
swich, luego en otro intento, por fin prendió, y de nuevo el juego de
pies: freno y acelero, más aceleración que freno y en eso girar el
volante, tomar el carril y agarrar la subida.
Del color de mi rostro ni pensarlo, no había tiempo para el espejo.
Desde ese instante, decidí que esa camioneta no era para mí y tampoco para caminos sinuosos empinados.
Me di cuenta de algo que jamás había observado, que los caminos de la
ciudad no son planos, que la ciudad es un cerro, con subidas, bajadas,
que antes las disfrutaba, incluso acelerando más, como la calle de
Joaquín Amaro, de donde incluso hasta de ese momento de juego a la
montaña rusa, surgió el poema de Aaaagggg.
La camioneta azul, terminé por soltarla -la vendi´-, aunque aún no me la pagan por completo, pero la dejé ir.
Y todo lo anterior, ¿por qué, para qué tanto rollo?
Porque, hoy vivo lo mismo, solo que a pie, como una minusválida, solo
que por lo pronto -y espero que así sea-, sin muletas, ni en silla de
ruedas; simplemente arrastrando el pie derecho, debido a un accidente
casero, o sea una estrepitosa caída de escalera.
Por necesidades
múltiples, ahora veo solo el suelo, su firmeza o su delicadeza, si es
duro, si es frágil, si es estable o tiene piedras, si los escalones son
2, 5, 20, si hay área de descanso, si las entradas a los edificios
públicos tienen rampas, si los lugares que tienen escaleras cuentan con
pasamanos y si las calles cuentan con accesos libres a personas que como
yo necesitan hacer uso de ellos.
Triste la realidad, que no, que
no existen rampas en muchos lugares -que si deberían de tener-, por
ejemplo, hoy que fui al Registro Civil, de la colonia Reforma, no tiene
rampas, los escalones son altos, luego tuve que ir al banco, busque´el
acceso libre de minusválidos y lo encontré obstruido por 2 motos y así
hasta este momento.
La similitud del encuentro entre las calles
empinadas con una camioneta sin freno de mano y unos pies que no son los
de Frida Kahlo, con alas para volar.
FIN
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