Otra oportunidad
Cuando la vida empieza
Dicen los dichos populares que "cada día es una oportunidad de vivir", y yo creo que a veces también una oportunidad para morir.
Hay quienes dicen que la muerte llega con premeditación, desde que llega la enfermedad, hay posibilidad de muerte, hay quienes hacen pactos y viven un poco más, otros simeplemente se entregan a ella, y la esperan cuando llegue y se los lleva.
Yo no la quiero aún, ni la espero.
Dicen que las cosas llegan, cuando menos te lo esperas.
Yo no lo sé de cierto, creo que sí algunas -como el amor-, por ejemplo
El amor, cuando se deja de buscar, éste nos encuentra.
Pero la muerte, es inesperada.
Yo soñé, que estaba en un castillo, habían más personas, entre ellas una bruja que me enviaba hechizos para que mi relación sentimental se terminara; soñé que me daba un plumon y yo hacía líneas que luego se volvían fierros y que sin darme cuenta se volvían barrotes que me iban cercando de a poco, como el cuento del Acantilado.
A la amada, no le pasaba nada. Era como una lucha contra el mal, un verse en el espejo y luego ver el rostro aumentado, como enhielado, y luego los movimientos se volvían lentos y rígidos.
Amaneció como todos los días, con la temperatura en un punto de calor medio.
El pensamiento era por el individuo que se niega a devolver lo que no le pertenece. Casi toda la noche, dándole vueltas al asunto.
Y luego, la enfermedad que no te suelta y que no te dejó dormir y por ratos a mí tampoco.
Pero todo tuvo un punto final -bueno para mis lentes-, el carro que lo dejé prendido y que se va solito para atrás, Tomó vuelo y con él yo corrí a detenerlo, en el intento, salí arrastrada, ha sido un milagro que no me atropelló.
Y como seguía avanzando, yo me levanté y corrí nuevamente a detenerlo. Lo logré cuando estaba casi a punto de irse más abajo. Apagué el interruptor, jalé lo más que pude el freno de mano y mi cuerpo estaba mitad dentro y mitad fuera.
Con todo el temblor interior.
Luego lo prendí de nuevo, y entre los dos intentos, logré sacarlo.
¡Olvidándo mis lentes en el suelo!
Les pasé la llanta.
¡Si, se acabaron!
Arruiné el instante.
Y por un momento, me di cuenta que fui yo la que sobrevivió.
Algo tan rápido, Algo tan de instantes, algo que podría haberme costado la vida.
Y por ello pensaba, en que la muerte, no sé si se asomó o simplemente no me tocaba.
Si lees esto, bajo ésta experiencia, por favor, solo no dejes el carro prendido aunque consideres que le hayas puesto freno de mano.
A veces -como hoy- se bota y todo puede salir muy mal.
Sol-Ha-Mi
Dicen los dichos populares que "cada día es una oportunidad de vivir", y yo creo que a veces también una oportunidad para morir.
Hay quienes dicen que la muerte llega con premeditación, desde que llega la enfermedad, hay posibilidad de muerte, hay quienes hacen pactos y viven un poco más, otros simeplemente se entregan a ella, y la esperan cuando llegue y se los lleva.
Yo no la quiero aún, ni la espero.
Dicen que las cosas llegan, cuando menos te lo esperas.
Yo no lo sé de cierto, creo que sí algunas -como el amor-, por ejemplo
El amor, cuando se deja de buscar, éste nos encuentra.
Pero la muerte, es inesperada.
Yo soñé, que estaba en un castillo, habían más personas, entre ellas una bruja que me enviaba hechizos para que mi relación sentimental se terminara; soñé que me daba un plumon y yo hacía líneas que luego se volvían fierros y que sin darme cuenta se volvían barrotes que me iban cercando de a poco, como el cuento del Acantilado.
A la amada, no le pasaba nada. Era como una lucha contra el mal, un verse en el espejo y luego ver el rostro aumentado, como enhielado, y luego los movimientos se volvían lentos y rígidos.
Amaneció como todos los días, con la temperatura en un punto de calor medio.
El pensamiento era por el individuo que se niega a devolver lo que no le pertenece. Casi toda la noche, dándole vueltas al asunto.
Y luego, la enfermedad que no te suelta y que no te dejó dormir y por ratos a mí tampoco.
Pero todo tuvo un punto final -bueno para mis lentes-, el carro que lo dejé prendido y que se va solito para atrás, Tomó vuelo y con él yo corrí a detenerlo, en el intento, salí arrastrada, ha sido un milagro que no me atropelló.
Y como seguía avanzando, yo me levanté y corrí nuevamente a detenerlo. Lo logré cuando estaba casi a punto de irse más abajo. Apagué el interruptor, jalé lo más que pude el freno de mano y mi cuerpo estaba mitad dentro y mitad fuera.
Con todo el temblor interior.
Luego lo prendí de nuevo, y entre los dos intentos, logré sacarlo.
¡Olvidándo mis lentes en el suelo!
Les pasé la llanta.
¡Si, se acabaron!
Arruiné el instante.
Y por un momento, me di cuenta que fui yo la que sobrevivió.
Algo tan rápido, Algo tan de instantes, algo que podría haberme costado la vida.
Y por ello pensaba, en que la muerte, no sé si se asomó o simplemente no me tocaba.
Si lees esto, bajo ésta experiencia, por favor, solo no dejes el carro prendido aunque consideres que le hayas puesto freno de mano.
A veces -como hoy- se bota y todo puede salir muy mal.
Sol-Ha-Mi
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