Imaginaria

Hugo Gutiérrez Vega, denomina "el padre soltero de la poesía mexicana" a Ramón López Velarde. Hombre cuya vida culmina justo como la de Jesus-Cristo. En el año 33 de sus vidas.

Esa fecha a la que yo le tuve miedo, el día que me llegó; cuando ya hubo pasado mi cumpleaños, respiré hondo y dije "ya la libré", porque también por mi cabeza rondó la idea de que ese fantasma oscuro me visitaría en mis tres lustros y tres aniversarios.

Para fortuna de López Velarde, su obra cayó en manos de algunos funcionarios culturosos; para la mía, hoy recae en las manos de los cultos que abren mi blog.





Pero sigo viva y esa es la mejor parte, porque puedo saber si tú te acercaste y me leíste, porque puedo saber si te gustó el contenido o me analizas bajo tu lupa culterana, con tu racionalismo, con tu pasión por las letras, o con tu prócer almidonado de lumen iluminado.

Hoy me encuentro en la construcción de cimientos de mi casa, para que después quede, como entre los grandes, como en Lisboa la de Fernando Pessoa, en Moguer con la de Juan Ramón Jiménez, la de Pushkin en Chisinau (la vieja Kishinev, la Torre de los panoramas de Herrera y Reissig en Montevideo y la Casa de Poe en Baltimore.

Una casa de luz, de poesía, de contornos alfabéticos, de trabes impregnadas de sátiras y metáforas.

Con pausas que cuelguen en los estantes, que se fundan con las almohadas y en donde el aire limpio circule por todos los pasos decantados fundidos con el olor sonriente del Dios ocaso, cuyas letras se reflejen con la brisa de las plantas y un nuevo poema se geste hasta el ensayo.

¿De lo demás? Eso,aún no está plasmado porque el tiempo continúa con su encanto.

Sol-Ha-Mi



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