Estoy en el lugar deseado, en la estancia sin tiempos y con muchas formas, rodeada por aguas salinas y aguas incoloras, en donde el ruido es solo el canto de las olas, el vivir con el aliento que parte de lo hondo a lo suave, del palpitar de mi corazón que aprecia lo que ve y siente, nada que lo perturbe... solo la contemplación...
Entre lo deseado y lo sagrado, entre mi gratitud, mis silencios prolongados, mis ganas de deslizar estas letras que se han ido amontonando en mi cabeza, hasta que se escurren como el agua sobre mis manos.
Lluvia que apacigua un clima caluroso, torrenciales de cantos que traen consigo la calma de la mar de mi vida.
Palmeras por doquier, vientos en calma, una sombrilla que cubre los rayos del sol que dejan pasar las hojas de los árboles almendrados.
¡Qué delicia es la vida, amanecer sin dolores, sin resacas, sin lamentos, sin gritos, sin arrepentimientos!
El presente es éste, lo que ocurra más tarde, no lo sé.
La sonrisa que permanece... la risa explosiva de repente... la felicidad al descubierto y una mano que me apoya... la divina.
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