Siniestro
Madrugada de las cinco.
Entre el sueño -en horario de lo más profundo-,el meneo de mi cama.
En la habitación en donde solo flota el aire que se quedó desde ayer por la tarde, -después de la lluvia-, entre el olor a ropa mojada, a zapatos escurridos, entre la humedad de mi vida, ¡un rico temblor!, solo de 5.2 grados, algo movidon, como para saltar de la cama, como una rana, solo que junto a mi cuerp solo la colcha con que me cubria; por esa manía ya muy anclada de dormir sin atajos, sin nada que a mi piel sujete, porque me encanta sentir la suavidad de mi propia carne, cubrirme con mis propias manos, a veces tomadas una a una y puestas a un costado de mi cabeza, otras veces, -si el frío es más intenso-, puestas debajo de mi pelvis, que es el rinconcito más sagrado y con más tibieza que mi cabeza.
Después de que hubo pasado el temblor, se me vino una frase, como si se lo preguntara a alguien: ¿¡ya es mucho temblor no!?, a la vez me dió risa, que la alarma sismica, sonó después de que hubo pasado el siniestro, también la agarró dormida.
Al llegar a mi trabajo, veo que todos estaban fuera del recinto, y oh sorpresa, otra tembladera había ocurrido, justo cuando venía en camino.
Doblé mis rodillas, le pedí a mi Poder Superior, que mi vida está en sus manos, que si un terremoto ocurre, que me permita estar en una zona de seguridad y que si es su voluntad que me salve.
En mi trabajo, no hay seguridad, mi equipo y yo estamos hasta el fondo de ese enorme cajón de éste tercer piso, la puerta de salida está en la planta baja, y las escaleras son únicas, la pared ya presenta una cuarteadura.
¿sobreviviré?, ¡sepa, si es así!... aquí continuaré con mis líneas, sino es así... entonces que transcurran en el tiempo.
Ese tiempo que hoy por hoy, ya es de nuevo con el sol puesto... y... vuelve a temblar.
Entre el sueño -en horario de lo más profundo-,el meneo de mi cama.
En la habitación en donde solo flota el aire que se quedó desde ayer por la tarde, -después de la lluvia-, entre el olor a ropa mojada, a zapatos escurridos, entre la humedad de mi vida, ¡un rico temblor!, solo de 5.2 grados, algo movidon, como para saltar de la cama, como una rana, solo que junto a mi cuerp solo la colcha con que me cubria; por esa manía ya muy anclada de dormir sin atajos, sin nada que a mi piel sujete, porque me encanta sentir la suavidad de mi propia carne, cubrirme con mis propias manos, a veces tomadas una a una y puestas a un costado de mi cabeza, otras veces, -si el frío es más intenso-, puestas debajo de mi pelvis, que es el rinconcito más sagrado y con más tibieza que mi cabeza.
Después de que hubo pasado el temblor, se me vino una frase, como si se lo preguntara a alguien: ¿¡ya es mucho temblor no!?, a la vez me dió risa, que la alarma sismica, sonó después de que hubo pasado el siniestro, también la agarró dormida.
Al llegar a mi trabajo, veo que todos estaban fuera del recinto, y oh sorpresa, otra tembladera había ocurrido, justo cuando venía en camino.
Doblé mis rodillas, le pedí a mi Poder Superior, que mi vida está en sus manos, que si un terremoto ocurre, que me permita estar en una zona de seguridad y que si es su voluntad que me salve.
En mi trabajo, no hay seguridad, mi equipo y yo estamos hasta el fondo de ese enorme cajón de éste tercer piso, la puerta de salida está en la planta baja, y las escaleras son únicas, la pared ya presenta una cuarteadura.
¿sobreviviré?, ¡sepa, si es así!... aquí continuaré con mis líneas, sino es así... entonces que transcurran en el tiempo.
Ese tiempo que hoy por hoy, ya es de nuevo con el sol puesto... y... vuelve a temblar.
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